“Amar es combatir,
si dos se besan, el mundo cambia…”
Octavio Paz
¿Cuántas vidas tenemos?
Era la pregunta absurda que no dejaba de darle vueltas en la cabeza.
Se volvía casi una obsesión contestarse la interrogante, sucedía sobre todo mientras miraba las noticias o leía los diarios, ya no alcanzaba a ver la diferencia.
Parecía que la nota era la misma todos los días: violencia, sangre, muerte; sólo cambiaban la fecha y el lugar.
Traía encima las imágenes de lo que encontraba cotidianamente:
Ataques simultáneos atribuidos al extremismo islámico dejan más de 150 muertos
Terror en París
Francia lanza intenso bombardeo sobre bastión del EI en Raqqa
Decesos de afroestadunidenses casi duplican a los de blancos
Policías de EU han matado más de mil personas este año
El terror Yihadista llega a Malí; al menos 27 muertos
Siete mujeres asesinadas al día entre 2013 y 2014
Matan a madre e hijo; le perdonan la vida a niña de 4 años
Acapulco: 500 asesinatos en este año
Encuentran 9 cuerpos en fosas clandestinas en Veracruz
Lo mismo siempre, en todas partes, y en ella, el miedo y el terror.
El miedo de darse cuenta de que todo estaba a la deriva, el terror que la invadía cuando pensaba que ya no había esperanza y concluía con la convicción de que somos una especie sin remedio.
Buscaba motivos para confiar y soñaba con que sucediera algo que le dijera que, a pesar de todo, nada estaba perdido.
Tanto buscaba, tanto quería creer, hasta que aquella tarde gris, de invierno adelantado, se encontró con otra alma como la suya.
Ocurrió en cualquier lugar, en cualquier día, en cualquier hora, ahí se encontraron esos dos y con sonrisas, besos y caricias intentaron salvarse.
El calor que generó el contacto de sus cuerpos los volvió a su necesidad más primaria, al ansia de cobijo, a las ganas de protección, al deseo de seguir vivos.
Entendieron entonces que nada estaba perdido si ellos se ponían a salvo, si su pequeño mundo estaba a salvo.
Tuvo entonces la respuesta: no hay muchas vidas, hay solo una para disfrutarla aquí y ahora.
Atrás quedó el terror en París, el ritmo de las balas. Para ellos en ese momento la melodía era otra, una que pintaba la vida de otro color.
Afuera, el mundo se caía a pedazos.
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